lunes, 21 de agosto de 2017

El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakami

No dependía de su compañía, pero cuando estaba con él me sentía más completa. Era una sensación curiosa, como si me hubiera comprado un reloj nuevo y no quisiera quitar el plástico adherente que protegía el cristal.


Portada del libro "El cielo es azul, la tierra blanca", de Hiromi Kawakami
Editorial: Alfaguara

Fecha de edición: 2017

Páginas: 216

Precio: 17.9€ papel / 7.6€ ebook

ISBN: 978-8420423883




¿DE QUÉ VA?
Esta es la historia de una mujer que un día por casualidad se encuentra en una taberna a la que va a comer con su profesor del instituto. En base a sucesivos encuentros en la misma taberna y otros lugares, se va forjando entre ambos una relación en la que llegan a complementarse y completarse mutuamente.


¿QUIÉN LO HA ESCRITO?
Hiromi Kawakami es una autora japonesa más leídas y galardonadas en su país. Algunas de sus obras son Abandonarse a la pasión, Algo que brilla como el mar, El señor Nakano y las mujeres, Manazuru y Los amores de Nishino.


¿QUÉ ME HA PARECIDO?
No cabe duda de que la literatura asiática tiene como elemento principal (seguro que hay muchas excepciones, pero por lo general es así) una cadencia distinta, un ritmo más pausado, más atento al entorno y al detalle. Este libro cumple con ello.

Esta es una historia de un acercamiento entre dos personas que se encuentran algo deshubicadas, en una soledad que es muy común por Japón. Allí, a pesar de ser unas islas con gran densidad de población, se da mucho la individualidad, el ir a comer, a pasear, a comprar o a tomar una cerveza en solitario. Los personajes de este libro se encuentran por casualidad en una taberna y se reconocen porque se vieron hace años. A raíz de eso empiezan a acercarse.

Pero es todo de forma tranquila, pausada. Es, además, la forma en que necesitan ambos. Pequeños cambios. Me ha recordado en cierto modo a la parte de El Principito en que el mismo principito domestica al zorro. Se da ese estrechamiento a pequeños sorbos en la relación hasta que uno se acostumbra a la presencia del otro. Es así como ocurre con la joven protagonista y el hombre con el que va compartiendo momentos, conversaciones y bebidas. Primero coinciden, luego se buscan y, cuando los sentimientos empiezan a emborronar y las cosas no están claras, se alejan para tomar perspectiva y darse cuenta de en qué se están convirtiendo.

Es esta una gran historia de amor. Bastante bonita y delicada, pero no una al estilo de las novelas romántico-eróticas a las que estamos acostumbrados. No hay situaciones locas o extremadamente divertidas, grandes confusiones al estilo comedia americana, ni peleas antológicas con su correspondiente reconciliación. Aquí, si bien hay fuertes sentimientos, todo pasa más desde el interior de los personajes.

Ellos mismos van notando los cambios en su interior. A veces los aceptan, otras se intentan rebelar contra ellos. Pero sin grandes escándalos. Con el paso de las páginas llegas a apreciar el cariño que surge entre los protagonistas. Son muy distintos vistos desde fuera. Poco podrían tener en común. Sin embargo, son dos solitarios sin remedio. Por eso nadie más puede entenderlos tan bien, nadie sabe darles su espacio y a la vez ganarse un hueco en sus corazones.

Otro elemento curioso de este libro es la gran cantidad de comidas japonesas que describe. Sirve, sin duda, para acercarse a su gastronomía ya que, la mayoría de las veces, los personajes coinciden en tabernas y quedan para comer. Sin entrar en grandes detalles ni en explicaciones aburridas, se mencionan tantas comidas que es imposible no sentir curiosidad e investigar un poco sobre esos platos que con tanto gusto comen los protagonistas. El elemento de la naturaleza y el clima, aunque en menor medida, también está presente y es usado por la autora de forma muy inteligente para crear atmósfera y como apoyo a la descripción de los sentimientos.

Concluyo diciendo que El cielo es azul, la tierra blanca es un libro de los que hace falta leer a veces. Uno para tomar pausa, respirar tranquilo y dejarse llevar por las imágenes que evoca y los grandes cambios que se dan sin que apenas se note. Esos que cambian a las personas.


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